En esos tiempos en que el timbre del recreo era el momento más esperado del día. En los que jugar al elástico, a las figuritas o al “viejito toca la es” eran una diversión única. En esos días en que no existían las responsabilidades y el mayor problema era hacer cola en el kiosco del cole. En los que usar el guardapolvos desprendido o salir primero del aula era toda una hazaña. Esos tiempos del torpedo a la salida o de las escondidas en el salón. En los que la tarea era hacer un dibujo y el oral era decir las provincias de Argentina. Esas eran las mañanas en que me levantaba con ganas de correr y las tardes en que no salía sin mi bici. Eran las épocas en que andar de la mano daba vergüenza y el estar de novia era el motivo justo para ser la cargada de todos.
Esos son los días en que noches como éstas extraño. Siento las ganas de retroceder 15 años sólo para escuchar una vez más el timbre del recreo; volver a ganar esa figurita, pasar el nivel más difícil del elástico y comerme ese torpedo de frutilla en el kiosco de en frente.

Sinceramente no sé si fue mala suerte, presión, mucha confianza, menosprecio o individualidad. No sé si fue la defensa. Si fue Messi o Diego. No sé si fueron los alemanes, el árbitro, la cancha o la pelota. No sé si fue el frío, el idioma, las vuvuzelas o el pulpo Paul.

Lo que sí sé es que el mundial para mí –y hasta me animo a decir para nosotros- terminó el sábado 3 de julio. El mismísimo día en que perdimos 4 a 0 contra Alemania y quedamos afuera de la Copa del mundo. Aún sabiendo que antes del primer partido ya nos veíamos campeones. Más allá de que corramos con la ventaja de tener al mejor jugador del año, de la Champion League y del mundo en nuestro equipo. Incluso teniendo también al número 9 y goleador del Real Madrid. Aunque la Copa América en 2011 se juegue en Argentina, al igual que en el ’87. Porque olvidándonos de las coincidencias y de los astros que supuestamente se habían alineado para que ganemos el mundial, estamos afuera. Un ‘afuera’ que sabe a tristeza, decepción, angustia, desilusión y hasta a bronca. Un ‘afuera’ que llegó más pronto de lo esperado, más rápido de lo pensado.

Creo que deberíamos quedarnos con que la Selección hizo hasta lo imposible en cada partido. Deberíamos saber que no es necesario ver llorar a los jugadores y al cuerpo técnico, para tener la certeza de que se sienten tan mal o peor que nosotros. Y si bien es un esfuerzo enorme tener que esperar 4 años más para volver a soñar con esa copa, nos consuela pensar que así es el deporte que más nos apasiona y más nos une. Nos fortalece creer que esto es el fútbol, aunque ahora no queramos aceptarlo.