Se perdió. Me perdí. Nos perdimos.

Hay veces que nos sentimos al final del camino. Justo ahí donde leemos el cartel de “calle sin salida” es donde nos preguntamos hacia donde ir y lamentablemente sólo nos queda una opción: volver. En realidad lo malo no es recorrer la misma ruta por la que vinimos, sino saber que debemos deshacer todo lo que logramos.
Hay veces que sentís que no te quedan más fichas por jugar. Que hubo una mano en la que eras ganadora y te confiaste, como siempre. Te confiaste y terminaste perdiendo todo. Ahora ya no sirve arrepentirse, arriesgarse, demostrar ni mucho menos querer. No es bueno quedarse en todo lo demás. Si se pasó, ya no vuelve. Porque es tan simple como eso: se pasó. Se LE pasó y punto. Seguirás buscando aquel amor que creíste haber encontrado. Deberás tachar de tu lista todo lo que no será. Sacar probabilidades y poner el guiño para volver a entrar. Asumir el riesgo que tantas veces asumiste sólo para intentarlo una vez más. Sólo para saber que estás y sentís. Sólo para que algún día se de cuenta de todo lo que perdió. Sólo esperando volverlo a encontrar en algún que otro sueño, sabiendo que en tu lugar será ella o cualquier otra, qué importa.
No hay motivo que me haga sentir peor que haber perdido todo aquello que construimos. Saber que te miro a los ojos y no me veo. Conciente que fui yo la que te dejo ir, no puedo cambiar esta realidad ni la que pasó. Ni tener una última jugada, ni comprar una vez más, ni cantar otra canción, ni morirme por amor.