De contener

Uno se cansa de esperar. De luchar. De remar. Y el otro se cansa de aguantar. De pelear. De remediar. Es allí cuando desgasta la paciencia. Las actitudes. Las mentiras. Las caricias con culpa. Las miradas perdidas. Las palabras vacías.

Uno se cansa de lidiar. De soportar. De contener. De mantener. Y ya llega tal punto que ni siquiera piensa en el otro. No es por falta de interés, sino por amor propio. Por un dejar de disimular. De pensar. De soñar.

Uno quiere dejar ese peso que soporta varias horas, varios días, varios meses. Uno quiere caminar sin carga, avanzar sin trabas, continuar sin molestia. Y cuando ese uno siente que no puede, ese otro desaparece. Intenta algunos minutos pero esas ganas se desvanecen por el frío muro de protección que parecer volver a levantarse. Esa sabia capa que parece intuir cuando hace falta. Cuando se necesita. Cuando se la solicita.

Uno se cansa de levantar. De sobrellevar. De resistir, pero por sobre todo, de sufrir.