Sin tropiezos ni dudas

Si pudiera correr a abrazarte… sólo para sentir tus manos en mi espalda. Si no encuentro alguna otra forma de descargarme es que quizás me llenas más de lo que ambos creemos. No descubro algo completamente tranquilo porque tampoco voy por la vida buscándolo. Creo que tropecé sola y te cruzaste a ayudarme. Eso en verdad te hizo distinto, o mejor dicho, fue el motivo por el cual empecé a verte diferente. No creía en vos… mucho menos en nosotros. Soy consciente que nadie sabe lo que vendrá, aunque sospecho que el que supone adivinar el mañana no soy yo; porque evidentemente no me interesa tampoco saberlo.
Hubo un día en que me levanté confundida. Hubo otro en el que me levanté entusiasmada. Y llego siempre a la conclusión de que aquella incertidumbre permanente de la que hablé en algún momento, parece no querer irse. Le dará miedo dejarme sola. No podrá estar sin presionarme a cada instante. Quiero que se de cuenta que esta vez decido irme. Necesito estar calma y paciente, sin ese dilema que me persigue.
Me vuelvo a acomodar y ya una vez enderezada, decido avanzar. Con o sin vos, ahora tomé mi camino y lo recorro decidida. ¿Qué me pedís que te espere? ¿Estas seguro de querer venir conmigo? Está bien. Puedo frenar, tomarte la mano y que sigamos juntos… pero ya después no quiero discursos. No quiero indecisiones. No quiero ataduras.