Pido gancho!!

Te vi pasar como si fuera la primera vez. Seguí con la vista ese caminar un tanto relajado, sonrisa perdida y mirada lejana. Te crucé volando pero creo que te bajé de un susto. Alegremente sorprendido me recorriste completa. Sentí esa profundidad en tus ojos mirando más allá, mientras yo comenzaba mi viaje por algún olvidado lugar. Y volví a recordar cómo eran esos encuentros tan sanos, tan raros, tan plenos.
Tu mano sobre la mía, mis ojos sobre los tuyos y nuestros cómplices cuerpos que se entendían. Caricias que rápidamente se colaban para intentar entrar a escondidas a aquella charla interrumpida. “¿Qué haces?” Me nombras como si fuera algo normal y a mí se me escapa una sonrisa. Nos divertimos, discutimos y hablamos como antes. Qué alivio sentirte así de cerca, tanto que por momentos intento, sin éxito, alejarme.
El corazón, harto de latir a esa exaltada velocidad, prefirió echarse a un lado y ponerse lo más serio que le fue posible. “Siempre haces lo mismo!” ¿Y quién esperaba algo distinto?