“Hay caprichos de amor que una dama no debe tener”

Aparecí volando, tranquila. Nunca imaginé querer frenar en el medio del viaje. Me desencontré y terminé perdida. Venía bien. Dura, decidida, fuerte. Fue algo así como haber perdido el mapa. Miro alrededor y otra vez veía un increíble desorden. Justo cuando había elegido mi camino, cuando había guardado mi último papel, tuviste que aparecer.
Flotaba sin saber donde ni porque pero tampoco me interesaba descubrir demasiado. Me llevaban casi de la mano y de tan cómoda que estaba, había optado por ese estado ensimismado.
Volvieron largas noches de analizar situaciones. Reaparecieron los ruidos más molestos. Salieron las dudas que hacía muy poco había logrado olvidar. Nacieron suposiciones que jamás hubieran existido y canciones que jamás hubiera escuchado.
Nueva rutina de ilusos pensamientos. Segundos a salvo de eternos días. Mariposas que creí eran viejas. Manuscritos como en todo principio. Menú elaborado sin sabor a futuro.
Meses difusos, incompletos, imperfectos. Pequeño cuerpo de piel marcada por la guerra. Balas con plomo de desconfianza. Heridas de olvido. Soledad sin miedo. Imaginación perdida. Recuerdos de anhelos.
Batalla perdida por una distracción sin medidas. Finales únicos sin despedidas. Lunas llenas de encuentros con los mismos. Vida cara de caprichos malparidos